Por
MAIbarra
No
hay duda de que el precursor necesario para la actual Batalla del vino se sitúa
en la romería que
el ayuntamiento de
Haro organizaba cada 29 de junio a los riscos de Bilibio en honor del Santo
Patrón de la entonces Villa de Haro. Se desconoce la fecha exacta del inicio de
esta tradición que estaría relacionada con la proclamación de San Felices como
patrono de Haro en 1644 y la consiguiente obligación que el ayuntamiento y el
pueblo se imponían de honrar a su patrón con diversos actos. La veneración
principal se realizaba ante sus Santas Reliquias traídas a la ciudad en 1605 y que salían en
procesión el 25 de Junio, evento organizado por la propia iglesia y la Cofradía
del Santo fundada en 1655. Por ello, seguramente, el concejo municipal esperaba
al último día de las fiestas para
celebrar al patrón con una romería al
lugar donde habitó y permaneció por 500 años enterrado. A
partir de lo anterior podemos distinguir varias etapas en las que la romería
tradicional fue evolucionando y transformando en lo que hoy llamamos "Batalla del Vino":
ETAPA
1º: HARO ORGANIZA UNA ROMERIA EN HONOR DE SU RECIEN PROCLAMADO PATRON.
Ya hemos dicho con anterioridad que la romería la
organizaba el ayuntamiento y el pueblo de Haro y que debió originarse a partir
de la proclamación del Santo como Patrón de Haro en 1644. No tenemos noticias del
momento ni de su desarrollo hasta medidos del siglo XIX en que Hergueta nos da “noticias” en su libro.
Por ellas sabemos que la romería se desarrollaba de parecida manera a lo que
podemos observar actualmente, pero sin “Batalla del Vino”: La comitiva
partía de madrugada de la plaza de la Paz, presidida por el Síndico y corporación
municipal, Prior Mayordomo de la Cofradía de San Felices y otras autoridades invitadas,
seguidos de un nutrido grupo de vecinos de la población, que andando, con
carros engalanados, o a lomos de asnos, mulas o caballos, llegaban hasta el
lugar de la ermita donde asistían a una
de las misas celebradas en honor del Santo para luego bajar a almorzar a las campas, donde la comitiva de autoridades, daban cuenta de un
suculento almuerzo en unos corrales de propiedad municipal, situados cerca de
las campas bajo los riscos. Todo ello amenizado por una sección de la banda de
música municipal, o charanga contratada a tal efecto. En este almuerzo no podía
faltar el correspondiente vino de Rioja, llevado en bota, que ya tenía cierta fama
de excelencia. Cumplido el tiempo del almuerzo la comitiva regresaba a la villa
donde entraba a las doce del mediodía con disparo de cohetes, sonidos de
campana y "vueltas a la Plaza" donde se corrían unas vaquillas. Gran
parte de la población, que no había subido hasta la ermita, se concentraba ahora
en la plaza para recibir a los alegres romeros. Para destacar el carácter religioso del
evento destacaremos que según Domingo Hergueta, aun a principios del siglo XX,
se ofrecían actos de penitencia como subir de rodillas o descalzo hasta la
ermita.
ETAPA
2º: LA ROMERÍA VA PERDIENDO SU EXCLUSIVO CARÁCTER RELIGIOSO A FAVOR DEL
ALMUERZO, LA MÚSICA Y LA ALGARABÍA GENERAL.
Junto
a la comitiva oficial del ayuntamiento e invitados y a los muchos jarreros que
subían a honrar al santo, iban subiendo de romería cada vez más familias y
cuadrillas de jóvenes que pasando del sentido religioso de la misma buscaban en
ella el buen almuerzo y el riego de la bota llena de vino, el baile y
la algarabía general. Hay testimonios encontrados en publicaciones de finales del
XIX y en la revista cómico-lírica “¿Eh,¡ A Bilibio!” de 1893 en el que se deja
claro el carácter disoluto, casi orgiástico, de las celebraciones que durante y
tras el almuerzo se realizaban. Y es que la borrachera y la consiguiente falta
de formalidad comenzó a ser la norma durante la romería (sobre todo en cuadrillas
de mozos jóvenes, pero, seguramente, también en diversas personas, habitualmente consideradas
serias e incluso entre las que poco antes habían participado devotamente en los actos
religiosos).
ETAPA
3º: COMIENZAN LAS ESCARAMUZAS CON VINO.
El
meritorio estudio realizados por Fernando de la Fuente tomando como referencia
los apuntes de Enrique Hermosilla a cerca de las noticias publicadas en diarios locales relacionadas con la batalla del vino, extrae algunos artículos en los que se
expresa claramente como, ya a principios
del siglo XX, varios grupos de jóvenes se dedican a tirarse vino entre
sí. En 1898 el corresponsal de La Rioja
ya habla abiertamente de manchas e incluso de empapados en vino y pone de
manifiesto la tolerancia general a las bromas: “como en carnaval y a cara
descubierta”- Sin embargo en 1906 esta
corresponsalía asegura que la romería: "a la que ha asistido muy poca gente
“…decae y se acaba porque el mal gusto a introducido costumbre groseras”, se tilda a los mozos como gamberros que se
creen que hacen gracia e inciden en el hecho de que se atacara a los muchachas
jóvenes "que tanto alegraban con su belleza y jovialidad la romería", llegando a profetizar, con evidente mala fortuna, el fin de la romería debido a que las
chicas se negarían a subir. Esta idea
se mantiene incluso en 1932 donde el mentado Enrique Hermosilla escribe
incidiendo en esto como un problema, si bien alaba el ambiente festivo y
desenfadado en general.
ETAPA
4º: SE INSTITUCIONALIZA LA LLAMADA BATALLA DEL VINO, COMO UNA PARTE DE LA
ROMERÍA.
Durante los años posteriores (décadas de los
30 y 40,guerra y posguerra) algo debió ocurrir, siempre a nivel popular. Deja
de haber quejas sobre las escaramuzas con vino afectando a gente que no deseaba
participar en ellas y de modo repentino aparece en una crónica de 1949 del
mentado E. Hermosilla la denominación "Batalla del vino" e incluso la
donación por parte del ayuntamiento de una cántara de vino a las cuadrillas que participen en ella: Tras varias décadas de escaramuzas los grupos de "gamberros iconoclastas" habían conseguido un reconocimiento oficial a su fiesta
báquica de modo paralelo e integrado en la primitiva romería religiosa. En
los años siguientes se produce una importante promoción nacional, e incluso
internacional, de la ya conocida como “Batalla del Vino”, mediante la confección de unos atractivos carteles
específicos y un boca a boca muy eficiente. Nos uniríamos así a la vorágine
publicitaría que se vivía en España con su “Spain is diferent” y las referencias a las diversas costas: del
sol, brava, dorada.....a la que Haro se sumó con su “Costa del Vino”, buscando con ello promocionar todo lo que
fuera atrayente para un turismo creciente, que dejaba las alforjas de los comerciantes
repletas de pesetas y divisas. Haro
explotaba así su mayor riqueza que era el vino fino; y esa “batalla” cumplía de
modo ideal con la promoción del mismo y de todo su entorno. Curiosamente
ni la cofradía del Santo ni las autoridades religiosas, especialmente rigurosas
en aquellos tiempos, pusieron pegas a lo que claramente era una fiesta de
carácter profano, báquico y aún orgiástico, que transgredía por
completo el espíritu de nuestro santo patrón: un anacoreta amante de la oración
y la soledad que de vivir en nuestros días huiría, como alma que acosa el
diablo, ante la llegada de aquel cortejo formado, paradójicamente, para honrarle
en su propia ermita. Por el contrario, la cofradía del Santo y con ellos la
autoridad eclesial no solo aceptó sin más discusión la nueva situación sino que
se integró plenamente aceptando que el inicio oficial de la batalla se
escenificará, tras la misa del Santo, delante del pórtico de la ermita, por el
derrame de un garrafón de vino sobre la cabeza de los máximos representantes del
Ayuntamiento y cofradía: La romería había perdido la partida ante la “batalla
del vino”, cuyo nombre sería, ya, el que definiría la fiesta del día de San
Pedro. El indudable
atractivo de la batalla fue trayendo, cada vez más, un gran número de
visitantes, a los cuales no le interesaba para nada nuestras ancestrales
tradiciones religiosas y solo buscaban la trasgresión de las normas, la diversión pura,
la borrachera y el derrame de vino. Al hacerse la concentración cada vez más
masiva e incontrolada debido a las borrachera y la inconsciencia de los
participantes, unido a la gran peligrosidad del lugar donde se celebraba la
batalla, franqueada por profundos barrancos y peligrosas peñas escarpadas, y
tras algún accidente de gravedad durante la fiestas, se dio un nuevo e
importante paso en la celebración de la
fiesta.
ETAPA
5º: LA BATALLA DEL VINO SE DIVIDE EN DOS.
En 1976
siendo alcalde de Haro D Arturo Medrano Blanco y prior-mayordomo de la Cofradía
de San Felices D. Angel Ibarra Barrio, se emite una orden Municipal trasladando
a las campas que había bajo el risco de Bilibio y junto a los merenderos
comunitarios, la celebración de la “Batalla del Vino”.
Si
bien la intención principal era la de contribuir a una mayor seguridad de los
participantes, se consiguió, sin quererlo, una necesaria división entre el acto
religioso de la misa en honor de San Felices, que se efectuaba en la ermita,
origen de la romería y la fiesta multitudinaria y desmadrada de la batalla del
vino, que simultáneamente se daba muchos metros más abajo, en las campas
comunitarias, entre un descontrolado griterío y fenomenal barullo. Se
dividía así, pues, la fiesta en dos: Por un lado estaban las autoridades junto
con los jarreros devotos que continuando la ancestral tradición acudían a la
misa del Santo a cantarle los gozos y besar sus reliquias y por otro, más abajo,
se situaba una multitud llegada de muchos lugares de España, y no pocos del
extranjero, que junto a los jarreros que pasaban de lo que ocurría en la ermita,
se afanaban en una inefable y desmadrada batalla de unos contra otros,
derramando vino, saltando y cantando a voz en grito viejas canciones populares,
subidas de tono, al compás de la charanga. Pero
de algún modo la batalla del vino había calado tan hondamente en el espíritu de
todos los jarreros, que esa porción de participantes que constituían el
grupo más tradicional de jarreros que subían a la ermita., no renunciaron a su
propia batalla celebrando ésta al estilo de la de los años 60: tras la salida de
la misa sobre las escaleras de la ermita y luego en la pequeña campa frente a
ellas de donde fueron desalojados los contendientes en 1976. A
fecha de hoy continua está separación, que pasa desapercibida para la mayoría
de visitantes foráneos, entre estas dos batallas del vino la multitudinaria que
se refleja en los reportajes de televisiones de todo el mundo que, mal
informadas, se quedan en los orígenes inventados de disputas con Miranda de
Ebro y reivindicación territorial y la otra más auténtica, a mi parecer, que
reflejan cada año las cámaras de Donezar, Moral y otros fotógrafos locales, que captan el momento de la salida de la misa y bajada
por las escaleras, desatada ya la vieja batalla del vino. Estos romeros, pues,
sin renunciar a honrar al patrón, según la fiesta original, no se privan de
hacer su pequeña batalla del vino, sin privarse por ello, de bajar después, por la escalera de Moral, hasta
las campas a sumergirse en la otra multitudinaria batalla, antes de que la
charanga toque su perceptiva fajina y cada uno se retire a reponer fuerzas
con un merecido almuerzo.Hasta
aquí esta historia sobre los orígenes, desarrollo y actualidad de nuestra
batalla del vino y la constatación de la existencia, hoy, de esa DOS BATALLAS DEL
VINO solapadas y singulares merecedoras ambas de ser conocidas y vividas por todos
los jarreros.
Por
MAIbarra